Danza de los retachos y negritos de Haquira

La danza de los retachos y negritos de Haquira constituye una expresión cultural rica y compleja que combina canto, música y baile en el contexto festivo de la Virgen del Rosario. Esta festividad ocupa un lugar destacado en la región de Apurímac y en el sur andino, influyendo significativamente en los aspectos económicos, ecológicos, culturales y sociales de la comunidad. En tiempos antiguos, la fecha del 7 de octubre marcaba un hito crucial en el calendario agrícola, señalando el inicio de las siembras. Además, la festividad servía como una gran feria económica donde se intercambiaban una amplia gama de productos occidentales y artesanales, incluyendo herramientas, utensilios, textiles e insumos.

El intercambio de plantas medicinales, ollas, productos agrícolas y semillas también formaba parte integral de esta celebración, permitiendo la conexión y establecimiento de redes sociales entre habitantes de pueblos distantes. La festividad no solo era un evento de carácter económico, sino también religioso, ya que brindaba la oportunidad de realizar bautizos y matrimonios en la Iglesia de San Pedro.

Dentro de esta rica tradición festiva, se encontraban diversas danzas y músicas, como los ayarachi, mamala, qamile, retachos, negritos y huamanguino. A lo largo del tiempo, algunas de estas manifestaciones artísticas fueron prohibidas por la Iglesia Católica, otras cayeron en desuso, dejando como legado la danza de los retachos y negritos. Esta danza, acompañada por el característico sonido del arpa y el violín, resalta con cánticos dedicados a la virgen, el pasacalle de retachos bonitos y una canción patriótica en honor al escudo peruano.

Los personajes que participan en esta danza desempeñan roles distintivos. El retacho, ataviado como un vaquero con chaparreras (qarawatana), es equipado con una esquela atada a la cintura, un saco de terno o cuero, camisa y corbata elegante, guantes negros y un zurriago que emite un sonido semejante a una explosión. Además, porta un chullo que cubre por completo su rostro y una abundante cabellera de fibra de alpaca que llega hasta la cintura.

Los caporales, por otro lado, visten ropas blancas junto con un chaleco y gorra militar de color rojo. Su distintivo radica en el uso de una matraca para dirigir las coreografías de los negrillos. Por lo general, destacan por ser los más altos, organizados y pulcros, portando una máscara de malla que representa a un hombre blanco con bigote.

Los negritos, vestidos de blanco y adornados con un corpiño haquireño, cubren sus rostros con un chullo. Su cabellera, representada por una pequeña fibra de alpaca, se presenta en estilos como rastas, afro o mohicano. Estos negritos se destacan por realizar coreografías geométricas, desplazándose en columnas ordenadas y separándose del grupo solo en pares, moviéndose de forma sincronizada.

Los orígenes de esta danza, aunque aún inciertos, se remontan a tiempos antiguos en el pueblo de Haquira, estableciendo una conexión arraigada con la historia y la cultura de la comunidad. La danza caporal, junto con sus personajes de tablas o negritos y retachos, proporciona una fascinante ventana a la vida y organización social durante el periodo colonial en los años 1578 a 1583. Esta danza se convierte así en un testimonio vivo de la devoción y la celebración en honor a la Virgen del Rosario, patrona del pueblo de Haquira. 






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