Danzas y bailes tradicionales de Haquira

 Ayarachi

El Ayarachi de Haquira es una manifestación cultural de profunda importancia en las comunidades colindantes con la provincia de Chumbivilcas, Perú, con los últimos practicantes aún presentes en la comunidad de Huilluca. Aunque arraigado en la cultura aymara, este ritual también ha dejado una marca significativa en las zonas quechuas de Cusco y Apurímac, evidenciando la influencia preexistente de las culturas aymara, qolla y puquina en estas regiones antes de la llegada de la cultura quechua.

Esta danza y canto ritualístico es un testimonio vivo de la rica historia cultural de la región. Los vestigios de la cultura aymara se manifiestan en los nombres de lugares y algunas danzas, como el Ayarachi. Este último es una figura central en la tradición religiosa y espiritual de los pueblos andinos, específicamente en Chumbivilcas. El Ayarachi es reconocido como un líder espiritual y curandero tradicional, desempeñando un rol central en la comunidad.

Su papel como intermediario entre el mundo humano y el espiritual se traduce en la preservación del equilibrio y armonía entre seres humanos y la naturaleza, así como entre el mundo tangible e intangible. Se le atribuyen habilidades y conocimientos especiales para sanar enfermedades, realizar rituales adivinatorios, proteger a la comunidad y establecer conexiones con los espíritus y deidades de la cosmovisión andina.

La práctica del Ayarachi implica la ejecución de rituales y ceremonias ancestrales profundamente arraigados en la cosmovisión andina y en la relación sagrada con la tierra, el agua, las montañas y otros elementos naturales. En antaño acompañaban a fiestas patronales de diversos pueblos de Chumbivilcas como la virgen de Candelaria, Virgen del Carmen, fiesta de Santo Tomas, Virgen de la natividad y también en Haquira para la virgen del Rosario y la fiesta de los difuntos.  Estos rituales a menudo incorporan el uso de instrumentos musicales como el siku (flauta de pan) y el wankar (tambor), así como danzas y cantos tradicionales.

El Ayarachi es objeto de gran respeto y reconocimiento en la comunidad debido a su sabiduría, experiencia espiritual y habilidades curativas. Su influencia se extiende más allá de lo religioso, ya que también puede asumir roles de liderazgo y brindar asesoramiento en asuntos comunitarios. A pesar de la influencia de la religión católica y otros aspectos de la modernidad, el Ayarachi y su práctica siguen arraigados en la identidad cultural y espiritual de los pueblos andinos, demostrando su continua relevancia y presencia en la actualidad.


Huamanguino

La Danza Huamanguino es el nombre con el que en Haquira denominan a la Danza de las Tijeras, presenta una rica historia arraigada en las tradiciones culturales y religiosas de la región. Su nombre original remonta a una época en la que era practicada exclusivamente por los descendientes masculinos de los tusuq laykas, quienes eran sacerdotes, brujos y curanderos en la época prehispánica. Sin embargo, durante la colonia, la danza fue perseguida y considerada de naturaleza diabólica, llevando a que sus participantes fueran estigmatizados como "supaypa wawan" (hijos del diablo) o "supaypa wasin tusuq" (danzantes en la casa del diablo). Muchos de estos danzantes se vieron obligados a refugiarse en las zonas más remotas y elevadas de Apurímac, Ayacucho y Huancavelica.

A medida que el tiempo transcurrió, los danzantes de tijeras fueron gradualmente aceptados en la sociedad y se incorporaron en las festividades religiosas y patronales de la colonia. Esto se reflejó en la fusión de pasos españoles en sus coreografías y la adopción de trajes de luces en sus vestimentas. En Apurimac, se registraron comunidades en Aymaraes, Grau y Cotabambas donde la danza era practicada. Uno de los últimos bastiones de esta tradición se encuentra en el distrito de Curasco.

En Haquira, específicamente, la Danza Huamanguino era ejecutada en la festividad de la Virgen de Rosario el 8 de octubre, siendo un evento que marcaba un hito importante en el calendario agrícola y una ocasión significativa para la comunidad. A lo largo de los años, esta danza ha ido desapareciendo del contexto festivo del pueblo de Haquira y uno de sus últimos practicantes fue Quintin Arredondo que hacia sus presentaciones esporádicas en festivales en las primeras décadas de este nuevo milenio.




Qanchi

La danza Qanchi, una expresión folklórica arraigada en la comunidad de Llac-hua, se destaca como una manifestación cultural significativa durante las festividades patronales. Esta danza, compuesta por seis parejas de varones, despliega una coreografía envolvente y distintiva, marcada por la vestimenta característica que portan. Los danzantes visten de negro completo, ataviados con ponchos y sombreros que contribuyen a crear una imagen uniforme y llamativa.

Sin embargo, entre los participantes, se distingue un líder que posee atributos visuales distintivos. Este líder se diferencia por llevar una qarawatana, un sombrero de paja y un poncho de un color diferente al negro que predomina en el conjunto. Asimismo, empuña un zurriago, que añade un elemento de autoridad y relevancia simbólica a su rol en la danza.

La representación de la danza Qanchi incorpora elementos dramáticos y rituales, evidenciando una narrativa que involucra a dos niños que participan activamente en el baile. La culminación del acto presenta un momento destacado, cuando estos niños simbólicamente incendian una casita previamente construida por los demás danzantes. Este gesto conlleva una carga simbólica profunda, que puede estar asociada a diversos significados culturales y espirituales propios de la comunidad.

Sin embargo, la danza no concluye con la representación del fuego, sino que se prosigue con una secuencia que refleja la autoridad y disciplina presente en la estructura social de la comunidad. Los niños son castigados con el zurriago por el jefe, lo que añade una dimensión de enseñanza y moralidad a la danza.

La música desempeña un papel crucial en la ejecución de la danza Qanchi. La guitarra y la mandolina, como instrumentos tradicionales, acompañan la actuación con su resonante melodía, estableciendo el ritmo y la atmósfera que enriquecen la experiencia visual y auditiva de la danza.

En conjunto, la danza Qanchi no solo resalta como una forma de expresión artística, sino que también se erige como una narrativa cultural profundamente enraizada en la comunidad de Llac-hua. A través de sus elementos distintivos, rituales y simbolismos, esta danza evoca una rica tradición que refleja la identidad y la cosmovisión de la comunidad, transmitiendo así su legado a las generaciones futuras.





Chuqchu

La danza del Chuqchu se erige como una representación viva y evocadora de la enfermedad que lleva su nombre. En el lenguaje quechua, "chuqchu" es sinónimo de una dolencia que trae consigo palidez, debilidad, malestar y mareos. Las raíces de esta expresión artística encuentran eco en diferentes aspectos de la vida cotidiana y la cultura andina.

El lugar conocido como Chucchu en el distrito de Santo Tomas, con sus aguas termales sanadoras, se convierte en un testimonio palpable de la relación entre el entorno natural y la salud. Quienes acuden a estos baños de sanación, si se exponen en exceso al calor, pueden experimentar debilitamiento y mareos, una experiencia que resonaría con la noción de chuqchu.

El traslado de las alturas de las punas a los valles amazónicos del Cusco en tiempos antiguos también puede haber influido en la asociación de la enfermedad con la sensación de malestar en climas más cálidos. El choque térmico y la desorientación podrían haber contribuido a la conceptualización del chuqchu.

La danza en sí misma ofrece una representación escénica de estos elementos. Un anciano machu, de avanzada edad, se aferra a dos ramas de kishuar, personificando al mallki de los muertos. A su lado, dos mujeres y un grupo de danzarines vestidos de blanco lo acompañan. Su baile es un reflejo espontáneo, acompasado por una melodía sencilla ejecutada con quena y tambor.

En el corazón de la representación se encuentra un personaje que personifica el chuqchu, vestido con harapos y salvajina. Esta figura encarna tanto la muerte como la enfermedad, acechando al machu en su vulnerabilidad. Las mujeres que lo acompañan asumen el rol de cuidadoras, tratando de protegerlo y, cuando la tembladera lo aqueja, brindándole apoyo y aliento.

Esta danza cobra vida en las festividades de Llac-hua, Patahuasi y zonas circundantes, convirtiéndose en una manifestación arraigada en la identidad cultural y espiritual de la comunidad. A través de la danza del Chuqchu, se rinde homenaje a la complejidad de la experiencia humana y a la constante lucha contra los desafíos que la vida y la naturaleza presentan.

Inka

La danza Inka de Haquira emerge como una expresión folklórica profundamente arraigada en la historia y la identidad cultural de la comunidad de Llachua. Esta representación escénica se presenta como una apócrifa recreación del Inti Raymi, la antigua ceremonia incaica dedicada al dios Sol.

En el corazón de esta danza se encuentran los personajes centrales: el Inka, la Ccoya y las Ñustas. Esta tríada representa la autoridad y la nobleza del imperio incaico. El Inka Rey es conmemorado con un respeto reverencial, una muestra de la profunda reverencia que aún se le tiene en la comunidad. Esta danza es acompañada por wankar y una trompeta larga hecha de carrizo.

La danza Inka de Haquira está intrínsecamente entrelazada con el mito del Inkarri, una figura legendaria que se dice descenderá de las alturas para restaurar el antiguo imperio incaico. Esta narrativa mítica se manifiesta en la danza como una evocación de la visita del Inka a las zonas de los yanawara, marcando así un momento crucial en la historia de la comunidad.

Un elemento de particular interés lingüístico es la persistencia del término "inka" en el contexto de Haquira para referirse al amante, pretendiente o novio. Esta práctica lingüística arroja luz sobre la profundidad de la influencia y el legado del imperio incaico en la cosmovisión y las relaciones sociales de la comunidad. Hace eco de la tradición en la que el Inka, al conquistar nuevas tierras, contraía matrimonio con la hija del cacique local como un gesto de alianza y consolidación de poder.

La danza Inka de Haquira, en su rica complejidad simbólica y narrativa, se revela como un tesoro de significados entrelazados con la historia, la mitología y las prácticas sociales de la comunidad. Es una ventana fascinante hacia la forma en que el pasado continúa resonando en el presente, y cómo las tradiciones ancestrales siguen vivas en la vida cotidiana y la identidad cultural de los habitantes de Llac-hua.





Mamala Qamili

La danza Mamala Qamili, con sus orígenes enraizados en los anales más remotos y misteriosos, se presenta como una manifestación cultural única en la región andina. Lo que distingue a esta danza es su capacidad de adaptarse y evolucionar a lo largo de los siglos, absorbiendo e integrando influencias del mestizaje andino que la distinguen de otras danzas en pueblos cercanos. Esto subraya la fuerte influencia aymara que ha permeado en la comunidad de este altiplano.

El Qamili, el personaje masculino central, personifica al hombre acaudalado, sabio y médico. Su atuendo es una síntesis de elementos tradicionales y occidentales, con un sombrero de paja, un terno de estilo occidental y alforjas sobre el hombro. Un ch'uku multicolor cubre su rostro, donde los cuatro tonos representan la sagrada cruz andina. Esta combinación visual es una manifestación de la fusión de tradiciones que caracteriza a la danza Mamala Qamili.

Las Mamalas, en cambio, representan a las mujeres del altiplano. Su vestimenta es un testimonio de la influencia occidental, con un velo que cubre el rostro y una blusa de colores vivos que armoniza con la pollera de tela a mil rayas. Completan su atuendo con botines de cuero y llevan una lliklla sobre el hombro, junto con una phulluca de tela castilla que envuelve su cabeza. Esta representación visual destaca la riqueza y diversidad de la vestimenta tradicional femenina en la región.

La danza Mamala Qamili se ejecuta en parejas, con un total de cuatro hombres y cuatro mujeres. Dos varones tienen el papel de guías, portando palos resonantes que añaden una dimensión sonora a la danza. También utilizan un p'uto pequeño para emitir un característico silbido. El baile es pausado y acompasado, en perfecta armonía con el sonido del p'uto y el palo resonante. La música proviene de instrumentos como el arpa y el violín, y los cantos, transmitidos en el idioma aymara, añaden una dimensión lírica y espiritual a la representación.

La danza Mamala Qamili es un testimonio vivo de la rica historia cultural y la complejidad de las relaciones sociales en la región andina. Su capacidad para adaptarse y evolucionar a lo largo del tiempo demuestra la vitalidad y la importancia de las tradiciones folklóricas en la comunidad. Cada representación es una ventana hacia el pasado, un testimonio de la resiliencia y creatividad de la cultura andina.



Chunchu

La danza del Chuncho se erige como una poderosa representación de los habitantes de la selva, una comunidad considerada por muchos como salvaje, y que históricamente ha sido sometida a diversas expediciones de conquista desde tiempos prehispánicos. Este grupo poblacional, que habitaba las zonas que luego serían conquistadas por los Incas, formó parte de la región del Antisuyu, una parte fundamental del vasto Imperio Incaico.

La festividad de la Virgen de Cocharcas, celebrada el 15 de septiembre, proporciona el contexto perfecto para la interpretación del Chuncho. Este personaje se convierte en el centro de atención, encarnando la esencia y la historia de la selva y su relación con la conquista y el sometimiento. La danza del Chuncho se ejecuta en pareja, al ritmo de un violín que marca el compás, llevando consigo una cadencia y una armonía que evocan los sonidos ancestrales de la selva combinado a las melodías andinas.

El traje del Chuncho es una auténtica sinfonía de colores y texturas, que captura la exuberancia y la vitalidad de la selva. Adornos intrincados en la cara y la cabeza agregan una dimensión ceremonial a la representación. Cada detalle del atuendo del Chuncho cuenta una historia, conectando el presente con el pasado y permitiendo a la audiencia sumergirse en la rica tradición de esta danza.

Es importante destacar que la interpretación del Chuncho ha sido sostenida a lo largo del tiempo por apasionados intérpretes y guardianes de la tradición. La familia Escalante, en particular, ha sido fundamental en preservar y transmitir este legado cultural. Su dedicación y compromiso han permitido que esta danza continúe siendo una ventana a la historia y la cultura de la selva, recordándonos la importancia de honrar y preservar las tradiciones folklóricas que enriquecen nuestra herencia cultural.

Llameras

La danza de los llameros de Haquira es una expresión cultural profundamente arraigada en la celebración de la Virgen Cocharcas. Sus orígenes se pierden en el tiempo, envueltos en un velo de misterio y antigüedad. Esta manifestación dancística testimonia la capacidad de adaptación y evolución que ha experimentado a lo largo de los siglos, enriqueciéndose a través del mestizaje andino y adquiriendo una identidad única que la distingue de otras danzas en los pueblos circundantes.

En el corazón de esta danza se encuentran los llameros, quienes representan a los acaudalados criadores de llamas cuya vida gira en torno a este ganado y el negocio del arreo. En tiempos antiguos, eran los únicos aventurados en dirigirse a las zonas de selva y costa, en un intercambio que trascendía lo material. Fibra y carne de sus camélidos, tejidos y plantas medicinales eran trocados por sombreros de paja, aguardiente, frutos, maíz, calabaza y otros productos occidentales, estableciendo un vínculo tangible entre mundos en apariencia distantes.

El atuendo del llamero es una sinfonía de elementos que narran su historia y oficio. El sombrero de paja, el terno occidental y el poncho rojo tradicional, atado a la cintura, son vestimentas que evocan una tradición arraigada. El ch'uku, un velo que cubre el rostro, despliega los colores de la cruz andina, mientras que la lliklla colorida, cruzando espalda y hombro, se convierte en un testamento visual, con sogas de fibra de alpaca colgando como una extensión de su ser.

Las llameras o imillas personifican a la juventud femenina en edad de casamiento. Sus atuendos delicados, desde la montera hasta el velo que cubre el rostro, la blusa de colores vivos que armoniza con la pollera haquireña, y los botines de cuero, danzan en una sinfonía visual de tradición y feminidad. La lliklla colorida se convierte en un receptáculo de ofrendas y manjares para los danzantes, cargando consigo el fiambre de la ceremonia.

El machu o alcalde emerge como la figura central que guía y protege la danza. Ataviado en un terno negro y envuelto en una capa que se despliega desde el cuello hasta el suelo, su presencia exuda autoridad. El casco negro, el látigo y la revista de adultos, elementos que porta, subrayan su papel como líder de la danza.

La danza llameras se despliega en cuatro parejas de hombres y mujeres, dirigidas por el machu o alcalde. Los compases del arpa y el violín marcan el ritmo de esta representación que rinde homenaje a la virgen de Cocharcas, y más recientemente, a la virgen de Asunta de Mayumbamba.

Cada paso, cada coreografía, cada ritual, es una escenificación viva de los pobladores de las alturas, dedicados a la crianza de llamas. La llegada de los llameros al altar de la virgen, el cruce de hondas y lanas recién tejidas, todo ello se convierte en un testimonio palpable de una vida arraigada en las montañas.

La danza llameras de Haquira emerge como un fascinante campo de estudio antropológico, una ventana hacia la riqueza cultural y la complejidad de las relaciones humanas y materiales en la región andina. Su evolución a lo largo del tiempo es una narrativa viva de adaptación y cambio, un testimonio de la capacidad humana para fusionar lo antiguo con lo nuevo, creando así una expresión única y conmovedora.

Negros, caporales y retachos

La danza de los retachos de Haquira es una expresión cultural profundamente arraigada en la celebración de la Virgen del Rosario. Esta festividad, de gran importancia en la región de Apurímac y el sur andino, desempeña un papel crucial en los ámbitos económicos, ecológicos, culturales y sociales de la comunidad. En tiempos antiguos, el 7 de octubre marcaba el inicio de las siembras, convirtiendo la festividad en un hito crucial en el calendario agrícola. Además, servía como una extensa feria económica donde se intercambiaban una variedad de productos, incluyendo herramientas, textiles y otros bienes.

Este evento no solo tenía un carácter económico, sino también religioso, al ofrecer la oportunidad de llevar a cabo bautizos y matrimonios en la Iglesia de San Pedro. Entre las diversas manifestaciones artísticas presentes en esta rica tradición festiva, destacaban las danzas de ayarachi, mamala, qamile, retachos, negritos y huamanguino. A lo largo del tiempo, algunas de estas expresiones fueron prohibidas por la Iglesia Católica o cayeron en desuso, dejando como legado la danza de los retachos y negritos.

La danza de los retachos, acompañada por el sonido característico del arpa y el violín, se distingue por sus cánticos dedicados a la virgen, el pasacalle de retachos bonitos y una canción patriótica en honor al escudo peruano. Los personajes que participan desempeñan roles específicos: el retacho, ataviado como un vaquero, lleva consigo una esquela, un saco de terno o cuero, guantes negros y un zurriago que emite un sonido peculiar. Además, porta un chullo que cubre su rostro y una cabellera larga de fibra de alpaca.

Por su parte, los caporales, vestidos de blanco con detalles rojos, utilizan una matraca para dirigir las coreografías de los negrillos y se destacan por su altura, organización y pulcritud. Llevan máscaras que representan a hombres blancos con bigotes. Los negrillos, vestidos de blanco y con corpiño haquireño, cubren sus rostros con un chullo y presentan cabelleras de fibra de alpaca en estilos como rastas, afro o mohicano. Realizan coreografías geométricas y se desplazan en columnas ordenadas.

Aunque los orígenes de esta danza son aún inciertos, se remontan a tiempos antiguos en el pueblo de Haquira, estableciendo una conexión profunda con la historia y cultura de la comunidad. La danza de los retachos y negrillos ofrece una fascinante visión de la vida y organización social durante el periodo colonial, entre los años 1578 y 1583, convirtiéndose en un testimonio vivo de la devoción y celebración en honor a la Virgen del Rosario, patrona de Haquira.

Wayliya

La danza Wayliya de Haquira es una expresión folklórica multifacética que fusiona celebración, organización, danza y canto en el contexto de las festividades navideñas. En contraposición a las festividades navideñas occidentales, centradas en regalos y la figura de Papá Noel, en Haquira el nacimiento de Jesús adquiere un papel central, tal como era en tiempos antiguos.

Esta danza, conocida como la de los negros, destaca como la actuación más destacada y antigua durante las festividades navideñas en Haquira. Sus raíces se remontan a la época colonial, consolidándose y adaptándose en la época republicana. A lo largo de la historia, esta costumbre ha enfrentado desafíos y cambios significativos, lo que refleja la compleja realidad social de la formación de esta comunidad andina en Apurímac.

La danza de los negros se caracteriza por su expresión de cordura, gallardía y elegancia. Sus pasos son meticulosamente calculados y ejecutados al mismo ritmo, demostrando la destreza y soberbia de los danzantes. Originalmente, esta danza era realizada por los sirvientes negros como un gesto de homenaje al niño Jesús en la Navidad.

Con el tiempo, y tras la desaparición de los sirvientes negros, los habitantes locales continuaron la danza manteniendo su identidad oculta al imitar a los negros y emplear máscaras de arcilla cocida para disfrazarse. Esto servía tanto como forma de homenaje como de burla a los gamonales de ascendencia blanca.

La danza se acompaña con la huaylia, un género musical y poético andino con raíces en la wayliya prehispánica. Originalmente utilizado para alabar y elogiar, este género musical fue adaptado para honrar al Cristo europeo en la danza de los negros de Haquira. Las melodías son entonadas por mujeres con voces agudas, provenientes del distrito de Ayrihuanca, actualmente conocido como Micaela Bastidas en Grau. Este intercambio cultural implicaba largas travesías a pie o a caballo entre las dos localidades. A su vez, los danzantes de Haquira también viajaban a Ayrihuanca para rendir homenaje al patrón local.

Adicionalmente, se integran en estas festividades personajes como el majeño, representando al mestizo de Majes, y los llameros, habitantes de las zonas altas de Haquira. Ambos añaden elementos distintivos a la celebración, cada uno con sus propias particularidades y vestimenta característica. Finalmente, la figura de la waylala representa a la mujer que se percibe como inadecuada en las tareas domésticas. A través de esta representación, se realizan divertidas parodias de los roles de género, destacando la naturaleza bromista de la comunidad haquireña.

En resumen, la danza Wayliya de Haquira es una manifestación folklórica rica en simbolismo y complejidad cultural. A través de sus elementos musicales, coreográficos y representativos, esta danza captura la esencia de las festividades navideñas en Haquira y ofrece una ventana a la historia y la identidad de esta comunidad andina en Apurímac.

Chileno

La danza de los chilenos de Haquira es una expresión folklórica profundamente arraigada en la memoria colectiva del pueblo andino. Este baile, de carácter patronal y costumbrista, adquiere una dimensión especial al rememorar los eventos de la Guerra del Pacífico, episodio histórico que ha dejado una huella imborrable en la comunidad local.

El calendario festivo de Haquira, rico en celebraciones a lo largo del año, brinda el espacio propicio para la aparición de los personajes conocidos como los chilenos o chilinos. Estos danzantes emergen con particular énfasis en las festividades dedicadas a la Virgen de Asunta durante el mes de agosto, así como en las celebraciones en honor a la Virgen de Cocharcas en septiembre. Asimismo, es importante destacar que esta danza posee variantes y similares en otras localidades de la región. En Challhuahuacho, por ejemplo, encontramos el Chilino, practicado en las festividades de la época de sequía. En la parte baja de Challhuahuacho se lleva a cabo el Chileno, una danza celebrada en la festividad de Patrón Santiago durante el mes de agosto. En Tambobamba, por su parte, el Chilingano rinde homenaje a la Virgen de Asunta el 15 de agosto.

Esta danza no solo constituye una expresión artística y festiva, sino que también sirve como vehículo para preservar y transmitir la memoria histórica y cultural de la comunidad. Los chilenos de Haquira personifican, a través de sus movimientos y vestimenta, el espíritu valiente y la determinación de aquellos que enfrentaron tiempos difíciles durante la Guerra del Pacífico. Su participación en las festividades patronales es una manifestación concreta de la continuidad de esta tradición y su relevancia en la vida de la comunidad.

En resumen, la danza de los chilenos de Haquira no solo constituye un espectáculo de carácter folklórico, sino que también representa una forma de preservar la historia y la identidad cultural de esta comunidad andina. A través de sus representaciones, los chilenos encarnan el espíritu de valentía y resistencia que caracteriza a este pueblo, recordándonos así la importancia de honrar y preservar nuestras raíces culturales..

Poma Qanchi

La danza Poma Qanchi, una tradición arraigada en la comunidad de Ccocha en el distrito de Haquira, representa un valioso patrimonio cultural que se organiza mediante el sistema de mayordomías en diversas festividades patronales. Su origen se vincula con una práctica importada desde la localidad cusqueña de Pomacanchis, una influencia que ha dejado una impronta duradera en esta comunidad y ha enriquecido su tradición folklórica.

Uno de los aspectos más notables de la danza Poma Qanchi es la preservación meticulosa de los elementos característicos de la danza Pomacanchis, que incluyen un vestuario distintivo, la utilización de varas como símbolos de autoridad, así como trajes negros y monteras. La música, interpretada con quena y tambor, se erige como un componente esencial que imparte ritmo y profundidad a la interpretación.

Una de las particularidades más distintivas de esta danza es la construcción de una torre improvisada por los propios danzantes. Utilizando las varas previamente mencionadas, los participantes erigen esta estructura para permitir que un niño ascienda y realice un baile desde lo alto. Este gesto no solo añade una dimensión visual y espacial única a la presentación, sino que también simboliza un elemento de elevación y superación dentro de la comunidad.

La organización de la danza Poma Qanchi a través del sistema de mayordomías subraya la importancia de la colaboración y la participación comunitaria en la preservación y la continuidad de esta tradición. Esta estructura social garantiza que la danza se mantenga viva y relevante a lo largo del tiempo, proporcionando una plataforma para que la comunidad se reúna y celebre sus raíces culturales.

En resumen, la danza Poma Qanchi es mucho más que una expresión artística. Representa un legado cultural profundamente arraigado en la comunidad de Ccocha, que refleja la historia, los valores y la identidad de sus habitantes. A través de sus elementos simbólicos y rituales, esta danza continúa siendo una fuente de orgullo y cohesión comunitaria, sirviendo como un testimonio de la riqueza del folklore en la región de Haquira.

Festividad de la Virgen de Rosario de Haquira

La Festividad de la Virgen del Rosario de Haquira emerge como un acontecimiento de profunda relevancia no solo a nivel local, sino en toda la región de Apurímac y el sur andino. Este evento, que abarca esferas económicas, ecológicas, culturales y sociales, se revela como un pilar fundamental en la vida de la comunidad.

En tiempos ancestrales, la fecha del 7 de octubre trascendía el simple cambio de estación, marcando el inicio crucial en el calendario agrícola con el comienzo de las siembras. Sin embargo, la festividad iba más allá de las actividades agrarias. Era una gran feria económica que abrazaba la venta y trueque de mercancías occidentales, herramientas, utensilios, textiles y productos artesanales de gran valor. Plantas medicinales, ollas, productos agrícolas y semillas tejían la trama de intercambios que fortalecían los lazos entre los habitantes de pueblos distantes.

Este evento festivo se convertía en el epicentro para la consolidación de redes sociales, donde pobladores de localidades remotas establecían amistades y lazos de parentesco, enriqueciendo la trama social de la región. La iglesia de San Pedro se erigía como testigo de uniones y bautizos, siendo un lugar de especial significado en estas celebraciones. La festividad de la Virgen del Rosario no solo albergaba el fervor religioso, sino que también servía de escenario para una rica amalgama de expresiones culturales. Las danzas y músicas como los ayarachi, mamala, qamile, retachos, negritos y huamanguino danzaban al compás de la celebración, añadiendo una dimensión artística y folklórica al evento. En este contexto, la festividad congrega a diversas comunidades, cada una portando sus propias tradiciones y manifestaciones artísticas, en un intercambio cultural sin precedentes. Las danzas, cargadas de simbolismo y raíces ancestrales, se entrelazan en un mosaico de expresiones que reflejan la diversidad y riqueza cultural de la región.

La Festividad de la Virgen del Rosario de Haquira, a lo largo del tiempo, ha sido no solo un evento de devoción religiosa, sino un crisol de experiencias, intercambios y expresiones culturales que han enriquecido la identidad de la comunidad y fortalecido los lazos entre las diversas poblaciones de la región de Apurímac y el sur andino. Su importancia trasciende lo meramente festivo, convirtiéndose en un testimonio vivo de la vitalidad y complejidad de la cultura andina.

Nombre

Localización

Temporada/Festividad  

Ayarachi

Huilluca

Festividades de la época de sequia

Huamanguino

Haquira

Virgen de Rosario, 8 de octubre

Qanchi

Llac-hua

Festividad patronal

Poma Qanchi

Ccocha

Festividad patronal

Chuqchu

Varios

Festividad patronal

Inka

Llac-hua

Festividad patronal

Mamala Qamili

Haquira

Virgen del Rosario, Octubre 

Chunchu

Haquira

Virgen de Cocharcas, 15 de setiembre  

Llameras

Haquira, varias comunidades

Virgen de Cocharcas, 15 de setiembre  

Nagritos y retachos

Haquira y Ccocha

Virgen del Rosario, Octubre 

Wayliya de Haquira

Haquira

Navidad

Wayliya de Ccocha

Ccocha

Siembra de maíz y navidad

Wayliya Takanakuy

Patahuasi

Navidad y Fiesta de San Antonio de Abad (Takanakuy del 17 de enero)

Chilenos

Haquira

Virgen de Asunta, 21 de agosto

Elaboracion: Marco Astete Checaña, 2023

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