Apuntes sobre la fiesta de navidad en Haquira


El espacio y el tiempo no se explican por si solos, ni mucho menos si se toman aisladamente. El hombre en su pretensión de querer comprender el sentido del mundo invento el “análisis”, que consiste en seccionar las cosas en las partes más pequeñas que fueran posibles con el objetivo de simplificar lo que ya de por si es complejo. En el mundo andino los hombres de las épocas de “formación social” idearon seccionar el tiempo en segmentos. Para el espacio también hicieron las mismas separaciones, pero con fines de crear límites. Quiere decir que el espacio y el tiempo fueron divididos en partes, que a la vez pueden dividirse en otras subpartes, que son separados por límites. Pero el límite por sí mismo también ocupa un espacio o un tiempo, por muy mínimas que sean las centésimas o los milímetros de todas formas se está ocupando un espacio o esta transcurriendo un tiempo. La respuesta a este embrollo, que cualquiera lo puede notar, es que esa parte nula de espacio y tiempo es considerada vacía, ahistórica, intemporal. Es similar a la lógica de los conjuntos, en el que el conjunto A y B para unirse y componer una sola continuidad forman una intersección. Ese tiempo intemporal es la intersección, el espacio nulo o vacío también corresponde a esa intersección.

La línea del tiempo está llena de “hitos históricos”. Precisamente esos hitos marcan un antes y un después para formar segmentos, a los cuales los hombres les denominan épocas o tiempos. El tiempo social en el mundo andino prehispánico estaba compuesto por la unidad de espacio y tiempo; de esta forma se explica el hecho de que la traducción de espacio y tiempo es pacha. Una época correspondía a un lugar y como el lugar en el que habitaban era el que conocían se consideraba que los tiempos volvían cada cierto periodo, o sea se tenía la concepción cíclica del tiempo.

Los cronistas y los andinistas exponen que el mundo prehispánico se media por lunas y el calendario se regía por la actividad agrícola. El calendario iniciaba en el mes de diciembre. Pues se consideraba que en este mes se daba la pascua del sol, en el que el sol relucía con más vigor y hacia durar por más tiempo los días. En esta época también se daba el warachikuy, por estar asociado a la fortaleza viril del sol.

Con la llegada de los españoles en 1532 a las costas de tumbes y la consecuente caída del imperio de los incas muchas prácticas culturales prehispánicas se transformaron, algunas desaparecieron,  otras nuevas se tomaron como préstamo, otras desaparecieron y las otras que aparentemente desaparecieron solamente se adaptaron a la nueva época. Es así que muchas prácticas europeas se impusieron rápidamente porque ya había una base que podían hacer compatibles las prácticas. De esto estuvieron consientes los religiosos que estaban encargados de impartir la doctrina católica. Es así que se impuso exitosamente a los santos patrones en reemplazo de las divinidades locales. Un ejemplo de esto es Santiago en reemplazo de illapa por asemejarse la espada con el rayo.

La natividad europea se impuso en el nuevo mundo también de forma exitosa. En Haquira el proceso no estuvo exento del contexto del virreinato. Sabiendo que Haquira venia de toda una larga trayectoria histórica desde el periodo wari y el tawantinsuyu en el virreinato fue un núcleo importante en la región. Sobre este carácter aún hay escasos estudios históricos. Los escasos y meritorios estudios que abordan salpicadamente la formación y el proceso histórico de Haquira se remiten a estudios o apuntes de algunos personajes.[1] Volviendo a la navidad, esta se impuso también en el “Pueblo señorial de San Pedro de Haquira” como parte de la evangelización. Aún se desconocen muchos aspectos de la catequización y la extirpación de idolatrías de la zona (Gose, 1995).

Haquira siendo un asentamiento de la decadente y desaparecida sociedad Wari fue territorio de los yanawara.[2] Con la imposición de los españoles en el lugar se construyó un pueblo bajo las ordenanzas de la reducción de indígenas. Debido a este nuevo contexto la formación social andina, siguiendo la línea general de la historia de la colonia, configuro dos grupos sociales, al cual los historiadores llaman “las dos repúblicas”. El estudio sobre los levantamientos indígenas en los primeros años del siglo pasado revela que había una situación de hostilidad entre el grupo de los mestizos y los campesinos indígenas (Valderrama y Escalante, 1981). Aunque lo más seguro es que estos roces no eran los más despiadados como lo describe Arguedas en sus cuentos. En épocas anteriores a la independencia había una posible convivencia menos conflictiva o tal vez más inclusiva (Carreño, 2010). El cementerio del pueblo es el primero en su género en ser un espacio en donde se podían enterrar a personas de todos los orígenes, aunque tenía su manera de organizar los espacios. De todas formas, en Haquira también, desde la colonia, estuvo presente el sistema arborescente de clasificación de la población.

La navidad se impuso a la población, no se sabe con qué modalidad ni ritmo, y su práctica se sumió en la adoración al niño Jesús. La adoración consistía, más que en la alegría por la buena noticia de la llegada del niño Dios, en alabar su presencia suprema en la tierra. Posiblemente se enseñaron canticos navideños y algunos sacrificios para la recepción de tal llegada. Pero lo que mejor pudo dar la población fue la pleitesía con el canto de la wayliya. Este canto de origen prehispánico viene de la adoración a deidades telúricas. Por la parte de los españoles se ofreció un baile masculino a puras pisadas marciales formando la figura de un trébol. Por la parte de los naturales llamados “indios” de la altura identificados comúnmente como llameros o llamichos se ofrecia una danza al ritmo de su música en tono de qhashwa. El año en que se inició esta festividad, la forma en como apareció y las maneras de presentación son aún desconocidos. Los métodos históricos modernos nos remiten unos cincuenta años atrás por medio del rastreo de la memoria colectiva. Si hubiese registro documental o visual seria de enorme ayuda.

Con el escaso registro de la memoria colectiva de los conocedores de esta práctica se conoce que las danzas siempre fueron para conmemorar la navidad en Haquira. Quiere decir que esta festividad posiblemente es la actuación más importante y la más antigua en el pueblo de Haquira por el motivo de la navidad. Sus orígenes datan de la época colonial y en la época republicana es cuando se instaura como propio y se robustece. Ha habido momentos en la historia en que la costumbre con sus sinuosidades tuvo sus desventuras. Esta danza, en efecto, pone de manifiesto la realidad histórica de la formación social de un pueblo andino de Apurímac. Pero la navidad no es solo la presentación de una sola danza y una solo música, hay llameros acompañados de una waylala que bailan al ritmo de la qhashwa de puna, también los negros bailan al compás de la waylía, en un momento todos bailan al único ritmo de la waylía.

Al baile de navidad por tradición se le ha llamado como “la danza de los negros”. Posiblemente hay razones históricas que con el paso del tiempo llegaron a formar parte de la memoria colectiva de larga duración al punto de ya no cuestionar el nombre. Esta danza de los negros desde sus orígenes fue ejecutado por los sirvientes negros, que también debían prestar pleitesía al niño Jesús. El performance correcto debía expresar la cordura, la gallardía y la elegancia. Los pasos son calculadamente contados en precisos segmentos de cuatro tiempos. Cada pazo es medido y calculado, a este chispeo de zapatos de suela le acompañan el sonido de una guitarra y varias sonajas chirriadoras.

Con el paso del tiempo, cuando ya no habían negros, los vecinos y naturales bailaban la misma danza pero escondiendo su identidad e imitando a los negros; se empleó la máscara  de arcilla cocida para parecer el danzante genuino y para evitar represalias por parte de los gamonales, pues también era una burla el emplear el rostro del gamonal blanco en la pequeña mascara de nariz respingada.

El traje del negro es la de un español de los primeros siglos de la colonia. De arriba hacia abajo esta ataviado con prendas elegantes del mundo occidental. En la cabeza lleva un pequeño sombrero de paño con forma semiesférica y adornado con la flor de maywa o amancay, actualmente se asemeja al sobrero pequeño de Huancayo. El rostro es tapado por una pequeña mascara que tiene la forma de un español de nariz respingada y quijada reluciente. La cabeza es cubierta por un paño blanco. Lleva una camisa blanca, en lo posible de la mejor calidad. La camisa encaja elegantemente con un chaleco armador de casimir inglés, del cual sobresale la cadena de un reloj de bolsillo. Las mangas de la camisa son adornadas con unos reatillos (cintas)  con combinaciones de colores. Las manos son cubiertas con unos guantes blancos para dar mayor vistosidad y elegancia. La corbata tiene que ser del mismo modo de una presentación muy galana. Sobre el chaleco se ponen una frazadilla que cubre el cuello, los hombros y la parte baja de la espalda, el color tiene que ser parco. Desde el cuello van colgados unas sedas, que en la actualidad eran traídas desde la parte arábica, ahora son remplazados por unas telas finas con colores barrocos. Para dar más vistosidad y sonoridad llevan una matraca pequeña de madera dura, para que tenga mayor duración, sonido fino, mayores frecuencias y mayor sonoridad.  También es infaltable una esquela de latón o de múltiples metales combinados. Lo que resalta más en el traje y lo que le hace particular es la pollera en bombacho. Pero este bombacho no es como de los tunos universitarios o de las pinturas de los regidores que solo les cubre la mitad de las piernas, estos bombachos cubren desde la rodilla y generalmente son de color negro y es una exigencia de que sea de la tela castilla. En la parte de los pies van puestos con unos escarpines de lana, adornados con unos granitos, también les llaman botas; el amarre lo hacen con pasadores que terminan con pompones. Finalmente se ponen unos elegantes calzados que llaman botines o wakachos, que siempre van finamente lustrados.

Junto a los negros se incorpora el majeño. Este personaje es la representación del mestizo oriundo de Majes. En la antigüedad los costeños viajaban a los pueblos cordilleranos para buscar fortuna. Montados en sus caballos en ritmo de galope cruzaban valles y punas. Llevaban puesto un poncho de color vicuña para ufanarse de sus riquezas. Se ponían unos protectores de cuero para proteger los pies en las largas cabalgatas al que llaman qharawatana. En el pecho llevaban colgando un cacho de toro en donde depositaban sus mejores vinos. Así, los majeños eran unos mercaderes aventureros que llevaban productos de la costa, pero lo que más les gustaba a los naturales de Haquira era su vino. Es por ello que el majeño llevaba una pequeña porción en su waqra o wanbar para poder compartirlo con facilidad. Para la danza el majeño lleva las mismas indumentarias que el negro en la cabeza. La diferencia es que lleva un sombrero con ala ancha, un poncho de un color sobrio, puede ser uno nogal, café claro, pardo o plomo y unas chaparreras peruanas, llamadas qharawatanas.

La música que acompañaba a los negros es la waylía o walyliya[3]. La huaylia (transcripción castellana) tiene orígenes en la wayliya prehispánica. Este género musical poético andino era para hacer apologías y alabanzas. Ese mismo género se trasladó para albar al cristo europeo y así los haquireños lo emplearon en su danza de los negros. Las canciones son entonadas por mujeres con tonos altos o agudos. La procedencia de las cantoras es el distrito de Ayrihuanca, actual distrito de Micaela Bastidas en la provincia de Grau. Para ello se tenía que andar en largas caminatas a pie o sobre el lomo del caballo. De forma recíproca también los danzantes haquireños viajaban hasta Ayrihuanca a dar otro tributo al patrón local. Para hacer completa la música los instrumentos que se emplea son sonajas y una guitarra es tocada por un pastorero.

El traje de las cantoras anteriormente era el de Ayriahuanca. En la actualidad se emplea la blusa y la pollera haquireña, pero de colores sobrios, muy diferente a los carnavalescos, Tambien se lleva un sombrero blanco con ala caída por el frente y multiples colores para el centillo que sujeta varias plumas multicolores de disntintas aves y un espejo pequeño. Son cubiertas por una tela blanca que llega a cubrir toda la espalda. Por ultimo llevan una sonaja de madera de la zona del tamaño del antebrazo. El pastorero lleva el traje haquireño, un poncho haquireño y un sombrero de paja characato.

Asimismo en estas fiestas se incorporan los llameros o llamichos. Estos son naturales de las partes altas de Haquira. Estos, con días  de anticipación, desde los cerros Asoqa, Orqontaki, Surimana, alistan sus trajes para hacer presencia en el día de la navidad en el pueblo de Haquira. Van cargados con sus pellejos de llamas, con sus animales disecados, sus monedas en enchapadas en la ropa para mostrar sus riquezas, hondas y sogas de lana de alpaca para demostrar su origen. Su traje incorpora una montera de tipo circular. También suelen llevar una bolsa o walq’a que contiene menajes para la brujería.  En la danza se lleva una máscara de tronco sucio y brillante para mostrar el rostro de los llameros “desaseados”. Llevan puesto un traje que ellos mismos lo elaboraron a base de bayeta que es tejida con lana de oveja o alpaca. Se atan un poncho en la cintura. Para la protección de sus pies adornan las ojotas con seq’o del cuero de llama, especialmente de la parte del cuello por ser la más resistente. Los llameros van llevando sus cantos populares acompañados de flautas que llaman lavitas y un tamborcito de amplia vibración que llaman tinya. Son dirigidos por el qhapaq llamero, que es el llamero más rico, este porta sus ch’uspas adornadas con monedas.

La personalidad de los haquireños puede ser calificada como de bromista o por tener un lenguaje anfibológico. Su discurso puede hacer confundir como al  patrón de hacienda en el cuento del sueño del pongo. Muestra de esto es la presencia de la waylala (similar a waylaka). Esta es la representación de la mujer “que no sabe hacer las labores domésticas”. Asimismo representa la perfidia y lisonjeria, es por ello que representa a la “lisa p’asña haquireña”. Se pone varias polleras de colores vistosos y en forma desordenada. La parte de la cabeza es adornada con la misma mascara y pañuelo de los negros, la diferencia es en el color mas llamativo del sombrero (rojo, rosado o turquesa). Los hombros y la espalda son protegidos por un mantón de lana de oveja a cuadros. En la espalda lleva una manta (lliklla) que hace cuenta de que está llevando a un bebe y en su reemplazo pone a una muñeca[4] a la cual la pone en las posiciones menos adecuadas. Como muestra de feminidad lleva una rueca con la que va hilando vanamente una madeja de lana que nunca acaba y hasta hace el baile más gracioso acompañándose con la acción de hilar y pisar con la cadera torcida. En realidad el que se viste así es un varón que hace los movimientos más graciosos para hacer una parodia de las mujeres. Incluso solo baila con lo llameros, en especial con el qhapaq llamero.

Por añadidura también quienes hacen el espectáculo son los mayordomos o karguyoq. El traje de ellos no es muy estricto. Algunos van con el traje típico haquireño y otros pocos van con el traje de terno. Pero la tendencia es ir en traje típico, tanto para el karguyoq, la pareja y los familiares directos, a los que llaman kuyaq (los que le quieren). Algunos van acompañando con sonajas. Lo que si se exige es que la despensera o iphalla vaya siempre cerca del espectáculo para proveer de chicha, cañazo, anisado, o cualquier otra bebida alcohólica para no parar el ánimo. Sus provisiones lo deben llevar en una pequeña canasta artesanal. Es preferible andar con una botella de dama Juana. En antaño se solía convidar a los asistentes una sopa de pan de trigo. Esta práctica ya no se muestra por la ausencia del sistema de cargos. Asimismo ya no se ve al personaje “el tabla” que también era parte del elenco.

En suma, la navidad en Haquira se  vive de modo particular. Es una fusión de dos sistemas y prácticas culturales, el andino y el peninsular. Aún falta una historia seria y concienzuda que dé cuenta a detalle sus orígenes y su devenir. Asimismo sería necesario hacer un estudio de las dinámicas performativas de identidad en ciudades como lima y Arequipa, ciudades en donde hay residentes haquireños que practican la danza. También sería necesario hacer un estudio social sobre la perdida de esta costumbre, que no es otra cosa que una ruptura generacional o dicho en otros términos es la pérdida de identidad en la nueva generación. De modo ligero me atrevería a lanzar algunos indicios o factores asociados a la pérdida de la costumbre: parece ser que la modernidad y el espejismo que crea este fenómeno va construyendo un imaginario que impone a olvidar estas “cosas de viejos” o “cholos ignorantes y sentirlo como “vergüenza nacional”. Tal vez sea necesario ver a los vecinos en Antabamba o Chumbivilcas para sacudirse de la ignorancia y a caminar con paso de ciudadano del siglo veintiuno, o más precisamente rumbo al bicentenario de la república. Y si no entra este discurso, entonces al menos trabajar en un proyecto de industrias culturales para fomentar el turismo que es una buena vía para generar ingresos. Lo más urgente de esta costumbre es ponerlo en valor por los mismos haquireños para que así la gente del gobierno también pueda valorarlo y declararlo como patrimonio cultural de la nación; esta demás repetir que esta navidad haquireña reúne las condiciones necesarias para ser patrimonio. Esta es tarea es de todos los haquireños.

Referencias

Arredondo, S. (1970). Los ayllus de Haquira. Cusco: Tesis Doctoral, UNSAAC.
Carreño, R. (2010). Algunas consideraciones sobre el cementerio de Haquira, Apurimac, Perú. Boletin de Monumentos Historicos, 1-24.
Gose, P. (1995). Contra Pascual Haro: un proceso de idolatrias, Cusco, 1697. (UNMSM/IIHS, Ed.) Ciencias Sociales, 1(1), 203-218.
Llanque, J. (2007). Evidencias Lingúistico-Historicas del Jaqi-Aru como lengua de la cultura Wari. Conferencia Anual del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Florida. Gainesville: Universidad de Florida.
Montes, E. (2008). Historia de Cotabambas. Cusco.
Peñalva, S. (1990). En torno a la historia de Haquira. Cusco: Tesis UNSAAC.
Valderrama, R., & Escalante, C. (1981). Levantamiento de los indigenas de Huaquira y Quiñota (1922-1924/Apurimac-Cusco). Lima: UNMSM: Seminario de Historia Rural Andina.



[1] Entre los estudios históricos sobre Haquira tenemos las referencias de Sofia Arredondo, Silvia Peñalva, Edmundo Montes, Raul Carreño. A esta lista también se añade el estudio sobre la extirpación de idolatrías de Peter Gose.
[2] Estas son algunas hipótesis que están en proceso de investigación. Se presume que el grupo étnico de los yanawara poseían un idioma similar al aymara, dentro de la familia aru. Teniendo en cuenta este idioma la palabra Haquira tendría la pronunciación de jakira, en el que jaki significa “hombre” y el sufijo -ra  denota al plural; quiere decir que Haquira significaría los hombres. Asimismo la palabra yanawara en el aymara significa “estrella venida de lejos”. Muchas de estas probables hipótesis de trabajo están en proceso de investigación.
[3] Sería correcto referirse como wayliya puesto que en el quechua no pueden ir dos vocales juntas.
[4] Según información de los conocedores anteriormente se cargaba a un gato salvaje, al que los haquireños llaman osqollo

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